lunes, 23 de agosto de 2010

El perro del hortelano ni come ni deja comer

Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio...

Son tantas las obras y escritos que hacen referencia a protagonistas con caractéres débiles y egoistas, salpicados de inconstancia o inseguridad. Relatos e historias que hacen florecer nuestro desconcierto porque nunca llegamos a entender que si el amor existe es noble y lo otro, la obsesión o la pasión, tiene algunos instintos más bajos que destruyen o dejan enfermas muchas relaciones.

Creo que nos mentimos, la realidad está ahí y son muchas más las veces que se saca a pasear al perro del hortelano que al exaltado amor del Quijote por Dulcinea. Aunque buceando un poco por ese Aleph que es Wikipedia he podido comprender que Aristóteles, que siempre estaba en todo, puso palabra y justificación a este hecho, que por otro lado puede hacer referencia al refrán: no sé sabe lo que se tiene hasta que se pierde. Reaccionar tras comprender algo.

Anagnórisis, helenismo cuyo significado es "revelación", "reconocimiento" o "descubrimiento". Describe el instante de revelación en que la ignorancia da paso al conocimiento, pero con un significado muy particular.

El momento ideal para la anagnórisis trágica es la peripeteia (giro de la fortuna): en un momento crucial, todo se le revela y hace claro al protagonista, con efectos casi siempre demoledores. Por ejemplo, el descubrimiento por parte del héroe trágico de alguna verdad sobre sí mismo o de algunas acciones que significan que, ahora que las sabe, toda la trama cambia de dirección como resultado de su reacción a las noticias. La revelación de esta verdad (que ya era un hecho, pero el protagonista ignoraba) cambia la perspectiva y la reacción del héroe, que se adapta y se acomoda aceptando su destino y en consecuencia ayudando a que este ocurra.

En la literatura española, la anagnórisis es moneda corriente en las novelas de caballerías, el teatro barroco (p. ej. La dama duende, de Calderón) y el drama romántico.

lunes, 16 de agosto de 2010

Una imagen, más que mil palabras








Cortijo de Belén, año de 1882... no es la entrada de un relato de terror, es mi cortijo (el de mi familia) donde todos los agostos nos reunimos para pasarlo entre el tenso sonido de las chicharras y el sibilante lastre de los grillos.