RELATOS

AUTODEFINIDO

Cerro aislado que domina un llano. Otero. Las diez y media, tendría que acostar a las niñas. Mañana van a casa de mis padres y vienen temprano a recogerlas. No creo que se duerman, pero al menos dejan de ver esa película tan mala que no es para niños, ni para nadie. Ya están protestando, la verdad es que no quiero quedarme sola, las dejaré hasta que se acabe. Quizá aprendan que cuando hay que madrugar es mucho mejor acostarse antes, al menos a mí me duele la cabeza durante todo el día si no duermo lo suficiente. Pero con lo cabezonas que son, han salido a mí, no me harán ni caso. Como aquella vez que quisieron quedarse despiertas para ver las estrellas fugaces, era agosto porque estábamos en el pueblo, no podían mantener los ojos abiertos y seguían firmes en sus puestos. Definitivamente tan cabezonas como yo. Atreverse. Osar. Mañana tengo que ir al juzgado, que lío de papeles. Estoy cansada ya de todo esto ¡como si no tuviera ya bastante! Mi decisión no es firme, no tengo claro ninguno de mis pasos futuros, es la inestabilidad la que está reinando mi vida desde hace cuatro semanas. Prefiero pensar que los demás no saben lo que pasa dentro de mí, aunque ellos crean saberlo. Tampoco tengo ganas de escuchar sermones, ni consejos, ni que me recuerden lo joven que todavía soy. Todo eso lo sé pero no sirve para olvidar los últimos tres años de mi vida. Ahora noto la soledad que me espera, la misma que antes no sentía, la misma que hace apenas unos días deseaba. Porque tenía miedo a una intimidad no compartida, sino obligada, compartida por el miedo. Mi madre me ha asegurado que nada será como antes, que todo irá bien a partir del paso que acabo de dar, fe, dice que tenga fe, eso es algo que no tengo desde hace tiempo. Insiste en animarme a salir, tendrá sus motivos, yo tengo los míos y son bastante contundentes, pero no quiero enfadarme con ella. Me ha ayudado mucho, demasiado, ahora que no está conmigo después de estos días, me siento sola. Necia. Estúpida. Sí, lo mejor será volver a trabajar, espero que Luis acepte mi propuesta de reincorporarme a la librería, con lo que me gustan los libros, sirven para no recordar la realidad, para olvidar un instante tu vida. Necesito olvidarme de esto, y el silencio no deja de recordármelo. Los días pasan pero yo sigo encerrada en aquella mañana. La alfombra está bastante sucia, creo que necesita una limpieza a fondo, mañana lo haré, si termino pronto. Eso me hará ocupar el tiempo en algo, hasta que regrese al trabajo. Esclavo de los lacedemonios. Ilota. Siempre pensé que era una mujer fuerte, independiente, inteligente, con recursos ¿me habré engañado a mi misma? Ni me siento fuerte, ni quiero esta independencia, ni necesito mi inteligencia, y creo que los recursos se me fueron como todo. Verdaderamente me doy pena, siempre odié la compasión y ahora yo me estoy autocompadeciendo cada vez que me detengo a pensar. Todos los kilos que he perdido, todas las lágrimas y toda mi vida, en una mala elección se esfumaron, en un falso perdón. Amarra. Ata. Definitivamente la película... mejor no describirla. Estaban muy cansadas, no paran en todo el día. No quiero quedarme sola, y menos en el dormitorio donde todas las imágenes me vuelven una y otra vez, estoy harta de darle vueltas a lo mismo, no sirve de nada pensar si yo tuve la culpa. Nada justifica lo que él hizo. Los sentimientos contradictorios que todavía despierta en mí, no me dejan aún pensar con claridad. A veces pienso que mis dudas y temores ya no desaparecerán nunca. Siento que no valgo nada, ¿por qué lloro? No necesita ni una lágrima más, ni la merece. Nunca la ha merecido. Reunión nocturna. Sarao. Pierdo los mejores años de mi vida por alguien que ni siquiera me tuvo respeto. La base mínima de una relación. Al menos podría haberme dejado antes de que... todavía no lo entiendo. Llevábamos cuatro años juntos y unidos. Al menos eso me parecía. Existía confianza hasta esa noche. Una cena de amigos, todos con sus respectivas esposas menos uno, el cual era bastante simpático y estuvo junto a mí toda la noche. Recuerdo su mirada más bien opaca y su sonrisa franca, puede que me monopolizara pero no le di ninguna importancia, puesto que desde que me había casado no me lo había pasado tan bien, los últimos años pendiente de él o de las niñas. Cuando llegamos a casa lo noté extraño, tan serio. Cuando en el dormitorio me dijo que teníamos que hablar me di cuenta de que estaba muy borracho y ni siquiera lo había notado. Le susurré que hablaríamos mañana. Alabar. Loar. Entonces él me impidió el paso y me pegó en la mejilla, se me cortó la respiración de la sorpresa. Continuó hablando como si estuviera loco sobre la infidelidad, el abandono, la vergüenza que le había hecho pasar delante de sus amigos... Yo no lo escuchaba, no conocía a ese hombre y mi cabeza sólo me indicaba que huyera de allí. Pero no pude. Me empujó mientras gritaba todo lo que se le pasaba por la cabeza, como si durante cuatro años hubiera guardado todos mis errores y en un segundo me los quisiera echar todos en cara. Gracias a Dios, las niñas dormían esa noche en casa de los abuelos, gracias a Dios, cuando desperté él ya se había marchado. Ósculo. Beso. Me sonrió culpable y me dijo que estaba borracho, fue un error, no volverá a suceder. Respiré aliviada. Me abrazó y me dijo lo mucho que me quería, me quería tanto, y yo, egoísta, le había hecho sufrir la noche anterior con mi comportamiento con sus amigos. Con un beso firmamos la reconciliación, con un beso firmé mi condena. Llevo un mes sin verlo, pero sé que me intenta ver. Los trámites de divorcio están en marcha, la orden de alejamiento también. ¿Quién llama a estas horas? Luis, mi jefe. Me necesitan, y yo los necesito a ellos para superar esto. Volver a tener la cabeza llena de problemas, y no que un problema llene mi cabeza. Dentro de dos días vuelvo a sentirme útil. Espero que recupere mi autoestima, la seguridad en mí misma. Lo que yo era antes de esto. En otro tiempo. Otrora. Todo son preguntas. Mis vecinos, mis amigos, mi familia, pero las que verdaderamente me importan son las que no me hacen, las de mis hijas. No sé lo que saben, lo que han visto, lo que sienten... su silencio es el más doloroso secreto y el más duro reproche. Una caída en el baño ¿se arreglaría con flores? Una maldita paliza, con sus propias hijas muy cerca, se arreglaba con doce rosas rojas. Durante todo el tiempo que duró la conversación no me miró a los ojos, ni siquiera cuando me pidió perdón. Él no es de esos, le dije al policía cuando me convencía para que lo denunciara. Demasiadas caídas. Dejaré a mis niñas en casa de mis padres hasta que empiece el colegio. No voy a contratar a una canguro. Voy a intentar estar con ellas mucho tiempo, son lo mejor que él me dejó. Y se lo agradezco. Dueña. Ama. Debería irme a dormir, pero no quiero volver a mi cuarto. Todo vuelve. El dolor de cabeza sigue aumentando y es continuo, desde aquella mañana es lo único que no me deja sola, el dolor de cabeza. Sólo sentí la primera patada, cuando caí al suelo, el miedo impidió que notara dolor físico, mi cerebro se nubló a la vez que mis ojos, todo sucedió con una velocidad desorbitada, al menos para mis sentidos, momentos tan confusos y extraños que son difíciles de precisar. Mi madre recogió a las niñas en el colegio sin preguntarme nada. Voz de mando militar. Ar. En estos momentos que me embriaga la nostalgia pienso que quizá me equivoqué, me precipité. Pero sólo duran unos minutos, lo que tarda en volver la imagen de sus ojos vidriosos y de sus grandes manos sobre mí, entonces me recorre el miedo. Mi madre no ha preguntado nada después de mi confesión en el hospital. Cuida de mí, todos me miman demasiado. Pero no quiero hablar. Nadie sabe qué causó exactamente la aparición de esa violencia desmedida que tenía oculta. Lo denuncié y renuncié al hombre del que me había enamorado, porque ya no existía. ¿Por qué recuerdo cuando lo conocí? Si lo que quiero es olvidarme de todo eso. Me dejó el número de su móvil para que lo avisara cuando recibiéramos el libro que iba buscando. Al recogerlo una semana más tarde me invitó a cenar. Fue muy romántico para mi mente inmadura. Ahora he madurado de golpe. Tardamos un año en casarnos, siete en separarnos. Ha sido un verdadero revés tanto para su vida privada como para su carrera. Cabeza de algún partido. Adalid. Él tenía el mismo carisma que un buen político, decía la frase apropiada en el momento más oportuno. Si mi temor hubiera sido menor quizá aún estaría con él, porque todavía no lo he podido olvidar, pero ellos llevan razón, debo pensar en mis hijas, no se merecen esto. Nunca lo he llegado a conocer, no sé lo que verdaderamente piensa, siente por mí. Tan acostumbrado a mentir, a camuflar su mal humor, a ocultar sus problemas. Necesito hacerles creer que es de mutuo acuerdo. Que su padre ha hecho un largo viaje es lo único que se me ha ocurrido por el momento. Presagiada. Anunciada.

Dejó al descuido el crucigrama sobre la mesa, el vaso de tila estaba olvidado desde hacía muchos minutos, su contenido estaba frío. Ella recorrió con los secos ojos la habitación, miraba sin ver a su alrededor. El cenicero estaba lleno de colillas apenas consumidas. Su largo pelo negro enmarañado le tapaba la cara, tan amoratada y agotada que no parecía real. Embutida en un cómodo pijama, cerró los ojos con fuerza. Otra pastilla, con movimientos que indicaban rutina, y se asomó a su nueva vida apoyada en el quicio de la madrugada. Ahora lo comprendió, había hecho la mejor elección, aunque demasiado tarde, acababa de escuchar la llave en la cerradura y los pasos se acercaban...


“Si ojos tienen que no me vean,
si manos tienen que no me agarren,
si pies tienen que no me alcancen,
no permitas que me sorprendan por la espalda,
no permitas que mi muerte sea violenta,
no permitas que mi sangre se derrame,
Tú que todo lo conoces,
sabes de mis pecados,
pero también sabes de mi fe,
no me desampares.
Amén.”

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